domingo, 25 de abril de 2021

La ciudad inundada de sueños.

 

La ciudad inundada de los sueños. 

Cuando caí al agua, me pareció ver una torre sumergida. 

Estaba demasiado profunda para poder acercarme. 

Decidida, volví a la arena y cogí mis gafas de buzo y dos aletas. 

Me sumergí de nuevo. 

Apareció ante mis lentes una ciudad en las profundidades, llena de vida y color. 

Los peces revoloteaban como pajarillos y en las calles inundadas circulaban cangrejos y caracolas.

 Decidida, me acerqué a la ruina más cercana para ver lo que ocurría en el interior. 

A través de una ventana sin cristales, descansaba apacible una familia de tiburones, meciéndose con el vaivén de la marea que entraba y salía por las concavidades de las tejas. 

Me hubiese gustado quedarme y observar las demás edificaciones, pero el aire de mis pulmones se acababa. 

Forcejeé con todas mis fuerzas. 

Poco a poco caí al fondo. 

Temí que no pudiera llegar a la superficie. 

En un intento de salvarme, rasgué una concha con mi mano y se abrió, desprendiendo una perla rojiza.

No entiendo cómo, prendada de su belleza, pude agarrarla con mis dedos. 

Una anemona gigante que me observaba, impasible, vio el reflejo de la perla y, sin pensar que estaba pegada a mi mano, me engulló. 

Fue cuando me vi protegida por una especie de cabina exclusiva con vistas al mar. 

Tenía aire suficiente para respirar, como si estuviese en una burbuja gigante.

Los delfines saludaban y correteaban a mi alrededor; los corales se mecían al son de mi transporte. 

El silencio se palpaba. 

¡Era increíble! 

Pensé que vivía en un sueño. 

Los rayos de luz se filtraban en las aguas mágicas, llenas de vida, y reflectaban en la transparencia que los envolvía con seres diminutos que decoraban todo mi alrededor como si miles de luciérnagas me diesen la bienvenida. 

Mi sorpresa fue al divisar árboles frondosos de algas que se mecían con el vaivén de las mareas, alineándose como un verdadero bosque submarino intentando alcanzar los reflejos del sol. 

Nunca vi paraje más hermoso. 

Cuando acabó el último rayo, mi transporte subió a la superficie y escupió, dejándome sola en la inmensidad de la arena, apacible, como si todo lo acontecido hubiera sido una fantasía. 

Se convirtió en mi secreto, algo que no podía contar. 

Muchas veces me pregunté si todo había sido un delirio. 73 Creo que no, porque mi mano portaba una perla rojiza. 

Cuando estaba triste, tumbada en la arena, cerraba los ojos, tocando su húmeda y helada textura. 

En ese momento, bajaba al mundo inundado que me protegía de todo mal. 

Todos deberíamos tener un lugar secreto y apacible donde refugiarnos. 

Ya sea una charca o una fuente, en el agua hay infinidad de universos vivos, y muchas fantasías por vivir.

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La princesa triste.

 



La princesa estaba triste. 

Esperaba a un marinero que antaño surcó los mares. 

Desconocía su tardanza sin saber que era su canto amargo el que lo alejaba de ella, cada vez más. 

Mirando al acantilado, apareció una enorme figura y, con su poderoso tridente, agitó las olas. 

Ante su sorpresa, le dijo con voz bronca: Mira al frente, princesa, deja de llorar y verás escrita su señal en la espuma del mar. 

Neptuno es sabio, no lo olvides. 

Una canción alegre deberás invocar. 

Si atiendes el mensaje, a lo lejos un barco velero verás, retornando a la velocidad del viento. 

No lamentes el tiempo perdido, saborea el recibido. 

Cuando llegue a puerto, después de surcar los siete mares, no encontrarás el mismo marinero. 

Sus rasgos serán tostados, pero en su corazón habita el mismo amor. 

Deberás recordar. 

Jamás denotes tristeza y a tu lado quedará. 

La figura desapareció como vino y, tras su estela, resurgió una embarcación que se hizo más cercana cuando ella bajó al puerto para encontrarse con su ansiado amor. 

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¿Cuál es tu nombre?


 ¿Cuál es tu nombre? 

Quizá, te pusieron el nombre de una flor delicada, como Rosa, por el dulce perfume de tu piel y las espinosas garras. 

O te nombraron Mar por la calma de tus ojos y la furia de tu mirada. 

Dime, ¿qué nombre puedo posar en mis labios para besar esa boca? 

¿Te llamas Luna o Estrella por la luz que irradias y porque pareces estar en lo más alto del firmamento, resultando inalcanzable? 

Me gustaría que fuese el nombre más hermoso, que defina toda tu esencia y poder. 

Sé que será algo mágico, como Hada, que escapas entre los dedos y haces que vuelen mis sentidos. 

Tal vez sea un nombre de deidad, como Thais, diosa del amor, transportadora por el aire de los suspiros más dulces. 

Puede ser el nombre poderoso de una reina, como Isabel, que rige en los corazones y la voluntad de los sueños más profundos. 

A ti, que con dulzura lo preguntas, a tí te digo: Olvido. 

Me llamo Olvido.

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Amor imposible.


 Amor imposible.

Cada mañana miraba desde la ventana cómo salía con el amanecer. 

Tenía tal brillo y color que no pensé que podría sentir tanta emoción. 

Un día me atreví a saludarla con un simple «hola», y me respondió con un movimiento de aceptación de su cabeza. 

Al día siguiente me contestó con otro «hola», que me derrumbó. 

Pensé que nunca se acercaría a mí. 

No soy muy agraciado, no como ella, siempre tan bella. 

Pero sí, se acercó con el paso de los días y, aun a sabiendas de lo que iba a pasar, pasó. 

Quedó enganchada a mi tela de araña y su luz dejó de brillar. 

La única solución era destruir todo lo que me había costado tanto conseguir para liberarla, pero ella se resistía a irse. 

¿Qué podía hacer? 

Le dije que confiara en mí y mi dulce luciérnaga me miró fijamente a los ojos. 

Asintió. 

Todo iba a salir bien. 

Cuando ella quedó libre, supimos que nunca podríamos estar juntos. 

Desde entonces nos miramos cada mañana con un fuerte pesar y, a la vez, con una enorme emoción por haber estado tan cerca el uno del otro.

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La ciudad inundada de sueños.

  La ciudad inundada de los sueños.  Cuando caí al agua, me pareció ver una torre sumergida.  Estaba demasiado profunda para poder acercarme...